jueves, 21 de noviembre de 2019

El Caso de los Hermanos Sodder

En 1945, en Estados Unidos, cinco hermanos no volvieron a ser vistos después de un incendio que afectó a la casa donde vivían.

El inmigrante italiano Giorgio Soddu, quien había nacido a principios del siglo XX en Cerdeña, había emigrado en su adolescencia a los Estados Unidos junto a su hermano en busca de mejores perspectivas de vida. Una vez en suelo americano, no tardó en encontrar trabajo y en casarse con Jennie Cipriani, quien al igual que él también había nacido en el país de la bota y había llegado a Norteamérica siendo una niña.

El matrimonio, que ya había americanizado el apellido Soddu a Sodder, se avecindó en la localidad de Fayetteville, en Virginia Occidental, en una pequeña pero bullente colonia de italoamericanos. En ese mismo lugar criaron a sus 10 hijos: John (nacido en 1922), Joseph Samuel (1924), Mary Ann (1926), George Jr. (1929), Maurice Antonio (1931), Martha Lee (1933), Louis Erico (1935), Jennie Irene (1937), Betty Dolly (1940) y Sylvia (1943). Robert, el último hijo, nacería en 1950.

En la nochebuena de 1945 se desataría la tragedia que cambiaría para siempre el destino de la familia Sodder. Ese día y a esa hora, en la planta baja de la casa dormía plácidamente el matrimonio junto a la pequeña Sylvia, John, Mary y George Jr., mientras que Maurice, Martha, Louis, Jennie y Betty Sodder lo hacían en el segundo piso de la vivienda. El único que faltaba era Joseph, quien por esa época se encontraba alistado en el ejército.

Cerca de la 1:30 de la madrugada sonó el teléfono, lo que obligó a Jennie Sodder a levantarse de la cama para responder el llamado, pero resultó ser una equivocación. Cuando la mujer echó un vistazo a la casa se dio cuenta de dos cosas: las luces de la escalera estaban prendidas y la puerta principal no estaba cerrada con llave, por lo que se limitó a cerrar la puerta suponiendo que sus hijos estaban profundamente dormidos en sus camas. Tras volver a acostarse, y mientras trataba de conciliar el sueño, Jennie escuchó un ruido sordo, como si algo hubiera caído al suelo en el piso superior. A los pocos minutos después notó un inconfundible olor a humo.

El matrimonio Sodder salió de inmediato de su dormitorio y se encontró con un espectáculo inquietante: el vestíbulo estaba lleno de humo y las llamas comenzaban a cebarse con las escaleras que llevaban al segundo piso de la casa. Ambos gritaron tratando de avisar a los cinco niños que dormían arriba, pero no obtuvieron respuesta, por lo que abandonaron el inmueble pensando que a lo mejor los infantes ya habían salido, pero éstos no estaban fuera. George Sodder trató de llamar a los Bomberos por teléfono, pero la línea telefónica estaba cortada. Posteriormente intentó llegar a las habitaciones del segundo piso a través de las ventanas con una escalera que había tras la casa, pero misteriosamente la escalera no estaba donde la habían dejado. También intentó arrancar alguno de los camiones de su empresa de transporte de carbón para acercarlo a la casa y que los niños pudieran saltar, pero ninguno de los vehículos funcionó.

Los bomberos, pese al llamado de los vecinos, sólo llegaron al lugar cerca de las ocho de la mañana, cuando la casa ya había quedado reducida a cenizas. Todos supusieron que los cinco hijos del matrimonio Sodder que estaban en la planta alta de la vivienda habían perecido asfixiados o carbonizados, pero lo increíble es que, tras revisar los escombros quemados de la casa, no se encontraron los más mínimos restos de los cadáveres. Para agregar mayor desconcierto a la situación, la policía sindicó a un cortocircuito eléctrico como causa del siniestro, algo que fue desmentido por la familia Sodder, que aseguró que mientras el incendio consumía la casa, varias luces seguían encendidas (además, el mismo George Sodder había hecho revisar semanas atrás la instalación eléctrica de la vivienda, la cual se encontraba en perfecto estado).

Una semana más tarde la justicia declaró oficialmente muertos a Maurice, Martha, Louis, Jennie y Betty Sooder y el forense, que no vio ni el más mínimo rastro de los cuerpos de los niños, expidió los correspondientes certificados de defunción. Pero los inconsolables padres estaban convencidos que la ausencia de restos y el hecho de que la línea telefónica había sido cortada significaba una sola cosa: sus cinco hijos habían sido secuestrados y el fuego no había sido más que una distracción para hacerles creer a todos que los niños habían fallecido.


Las pistas de los cinco niños desaparecidos
Los Sodder también recordaron algunos extraños hechos acaecidos antes del siniestro. Meses antes, un vecino había ofrecido a los Sodder un seguro de vida para toda la familia, pero la negativa de George Sodder (un conocido antifascista que había criticado públicamente al dictador italiano Benito Mussolini en el pasado) a contratar el seguro había devenido en una agria discusión en la que el vendedor le había dicho literalmente: “Su casa se convertirá en humo y sus hijos serán destruidos, y usted pagará por sus sucias opiniones sobre Mussolini”. Además, unos días antes de Navidad los hijos mayores de la familia Sodder habían visto a un hombre desconocido que, dentro de un auto estacionado al otro lado de la calle, parecía vigilar a los hermanos más pequeños cuando iban camino del colegio.

Los Sodder intentaron en vano que la policía y el FBI abriesen una investigación sobre el caso. Intentando ellos mismos buscar pistas sobre el posible paradero de sus hijos, dieron con tres testigos que aseguraban haber visto a los cinco niños después del incendio: una mujer de Fayetteville que los vio en un coche durante la misma noche del incendio; la camarera de un bar de carretera a cincuenta millas de su casa que afirmó haberlos visto acompañados de varios hombres a la mañana siguiente al fuego; y la recepcionista de un motel en Charleston, Carolina del Sur (a 700 kilómetros de distancia), que afirmó que los niños se habían alojado en su establecimiento una semana después del incendio, acompañados por dos hombres y dos mujeres que hablaban italiano, quienes viajaban en un automóvil con matrícula de Florida y se mostraron en extremo reservados y recelosos, impidiéndole hablar con los pequeños.

Además, un conductor de autobús que pasó por delante de la casa de los Sodder durante la noche del incendio afirmó haber visto lo que parecían “bolas de fuego” lanzadas contra el tejado de la vivienda. Los Sodder, tras entrevistarlo, concluyeron que se trataba de algún artefacto incendiario y que ese fue el ruido sordo que había escuchado Jennie antes que se desatara el siniestro.

Los Sodder también contrataron a un detective privado para buscar otras pistas. El investigador descubrió algunos hechos curiosos, como, por ejemplo, que el mismo vendedor de seguros que había discutido con George Sodder formaba parte del comité que había declarado muertos a los niños. Los Sodder, ya al borde de la desesperación, llegaron a ofrecer una recompensa de 10 mil dólares por cualquier noticia que condujera al hallazgo de los pequeños, pero todo fue inútil. No volvieron a saber nada sobre sus cinco hijos.

La misteriosa fotografía de 1968
Tendría que llegar el año 1968 para que el caso sumara otra misteriosa arista. A la casa de la familia Sodder, a nombre de Jennie Sodder, llegó una carta que contenía una fotografía de un joven veinteañero, moreno y de ojos oscuros, que en su parte posterior llevaba una críptica inscripción, la cual decía: “Louis Sodder. I love brother Frankie. Ilil Boys. A90132 (o 35)”. Las autoridades opinaron que aquello era una broma de mal gusto, pero los Sodder creyeron que aquel podía ser de verdad su hijo Louis Erico, uno de los cinco niños desaparecidos, y enviaron a un detective a Kentucky, donde había sido sellada la carta, pero no se obtuvieron resultados. El joven de aspecto italiano de la fotografía jamás pudo ser identificado.



Los Sodder siempre creyeron que sus hijos habían sido víctimas de una red de adopciones ilegales, aunque otros barajaron también la posibilidad de que el secuestro de los niños había sido obra del crimen organizado, no sólo por el origen italiano de la familia, sino también porque George Sodder era dueño de varios camiones de transporte de carbón y el transporte por carretera era un sector que tradicionalmente, en esa parte del país y en esa época, estaba controlado por la mafia.


George Sodder, después de años de incertidumbre y sufrimiento, fallecería en 1969, al año siguiente de que llegara a su casa la misteriosa fotografía de su supuesto hijo Louis. Su esposa Jennie moriría veinte años más tarde, en 1989. Sus hijos y nietos continuaron la búsqueda emprendida por el matrimonio, pero sin éxito.

martes, 19 de noviembre de 2019

Las Extrañas Muertes del Paso Diatlov

El 2 de febrero de 1959, nueve excursionistas aficionados al esquí acamparon en los montes Urales. Es lo último que se supo de ellos. Tras varios meses de búsqueda encuentran los cuerpos sin vida de todos bajo circunstancias extrañas. Oficialmente se declaró que murieron a causa de una “poderosa fuerza desconocida” y los documentos de la investigación se guardaron en secreto hasta la década de los 90. ¿Qué ocurrió realmente?


Conocido como el incidente del Paso Diatlov (así se denominó al puerto de montaña donde sucedió debido al nombre del líder de la expedición) estamos ante un auténtico expediente X con todos los ingredientes para dar rienda suelta a la imaginación, de hecho lo ocurrido en esas fechas ha dado lugar a todo tipo de teorías. El sumario de la investigación apelando a esas “fuerzas desconocidas” se mantuvo en el más absoluto secreto hasta varias décadas después. Si el relato ya es peliculero de por sí, cuando los papeles de la investigación se hicieron públicos se descubrió que faltaban muchas páginas del mismo.

Excursión a la Montaña de Muerte


El 25 de enero de 1959 se había formado un grupo de nueve excursionistas junto a un guía para practicar esquí en un enclave situado en los montes Urales, en un área entre la República de Komi y el óblast de Sverdlovosk. Ninguno llegaba a los 25 años a excepción del guía que tenía 37. Eran ochos hombres y dos mujeres estudiantes de la Universidad Técnica Estatal de los Urales (Ekaterimburgo), cuyo líder se llamaba Igor Dyatlov, de 23 años.

El objetivo de la expedición era llegar a Otorten, una montaña al norte del lugar donde tendría lugar el incidente. Una ruta que en las fechas elegidas, en el mes de febrero, eran de categoría III, la más complicada y difícil. Aún así, no era la primera vez para el grupo, quienes tenían experiencia en rutas similares.

El equipo al completo llega ese 25 de enero en tren a la ciudad de Ivdel, un enclave situado en el centro de la norteña provincia de Sverdlovsk. Desde ahí parten hasta Vizhai en un vehículo para al día siguiente comenzar la marcha hacia Otorten el 27 de enero. En este momento uno de los miembros, Yuri Yudin, da marcha atrás y se despide de la expedición a causa de una enfermedad. Así es como inician la gran caminata el grupo de nueve personas.


En este punto de la historia y según narra la versión oficial, los excursionistas habrían dejado algunos papeles en forma de diarios y cámaras en el último campamento previo al lugar del incidente. Esto hizo posible posteriormente la búsqueda en la zona de los excursionistas.

Finalmente llegamos al 31 de enero. Siempre según las fuentes oficiales, el grupo llega al borde de una zona de montaña elevada, seguramente con mal tiempo, por lo que deciden acampar allí, supuestamente también, esperando a que cambie el clima para iniciar la escalada.

Al día siguiente, el 1 de febrero, el equipo parte con dirección al lado opuesto de la montaña. El tiempo empeora, nieva y dificulta cada vez más la visibilidad de la zona. Los excursionistas se pierden y se desvían hacia el oeste llegando hasta la cara superior de la montaña Kholat Syakhl (Montaña de la Muerte en mansi). En este punto, y viéndose perdidos con un tiempo que no acompañaba, deciden acampar allí mismo y continuar la jornada al día siguiente.


Dyatlov, el líder del grupo, acordó enviar un telegrama al club deportivo al que pertenecían una vez regresaran a Vizhai. Según los cálculos del chico, esto sería como máximo el 12 de febrero. Transcurridos varios días después de esa fecha, el 20 de febrero son los familiares del grupo los que dan la voz de alarma y se inicia oficialmente la búsqueda de los excursionistas con varios grupos de rescate compuestos por voluntarios. Luego se sumaron fuerzas del ejército y policía con aviones y helicópteros.

El 26 de febrero la búsqueda da sus primeros frutos. Encuentran el campamento abandonado en Kholat Syakhl. El escenario: una tienda en muy mal estado que según narró Mikhail Sharavin, del equipo de rescate:

Estaba medio derribada y cubierta de nieve. También estaba vacía y todas las pertenencias y los zapatos del grupo no estaban.


Los investigadores dijeron que la tienda tenía indicios de que había sido cortada o desgarrada desde su interior, probablemente para abrirla con rapidez. Encontraron una serie de ocho o nueve pares de huellas que llevaban hasta un bosque cercano, momento en el que se pierden la huellas cubiertas por la nieve.

Allí encuentran junto a un árbol lo que parecen ser los restos de una hoguera y los dos primeros cadáveres, ambos tan sólo con la ropa interior y descalzos. En el árbol encuentran restos de sangre, razón por la que se determina que ambos excursionistas habían intentado trepar el árbol.

La búsqueda continúa y encuentran otros tres cadáveres en la misma zona en un espacio de no más de 600 metros del árbol. Uno de ellos es el líder, Dyatlov, con una rama de una mano y en una postura que indicaba que se estaba defendiendo o protegiendo. El otro cadáver tenía una fisura en el cráneo, quizás un golpe, en cualquier caso no fue esta la causa de la muerte, fue la hipotermia. El tercer cadáver era una de las chicas, en este caso la investigación detallaba un cuerpo con un tono corporal extraño, sin más. La hipótesis sugiere que los tres trataban de volver a la tienda de campaña.

Pasaron dos meses hasta que dieron con los otros cuatro excursionistas. El 4 de mayo dan por concluida la búsqueda al encontrar los cadáveres. Habían quedado sepultados bajo la nieve en el interior del bosque. Los cuatro estaban vestidos aunque con ropa que pertenecía a los otros cadáveres. También encuentran una cámara en el cuello de uno de los excursionistas, aunque la investigación oficial concluyó que la película de la misma se había dañado rescatando algunas fotos.

Lo que dice la investigación oficial


Después de hallar a los últimos cuatro cadáveres se abre la investigación para hallar las causas de la muerte. En este punto vamos a repasar lo que encontraron en las labores de búsqueda:

Los ocho cadáveres de los excursionistas.

Todos a una distancia entre sí de no más de 600 metros.

Algunos sin ropa, otros medio vestidos o con la ropa de otros, a unas temperaturas estimadas de entre -15 y -30 grados Farenheit.

En principio muertes por hipotermia, aunque muchos con heridas.

Una tienda vacía y aparentemente desgarrada.

Ocho o nueve pares de huellas que les llevan hasta los cadáveres.

Una cámara en mal estado

Así da comienzo la investigación judicial del caso, donde se concluye que los primeros cuerpos habían muerto por hipotermia, en cambio, los cuatro cuerpos encontrados en mayo modificaron muchas de las ideas preconcebidas en la investigación.

El examen llevado a cabo por el doctor Boris Vozrozhdenny halló que tres de ellos tenían lesiones mortales. Uno tenía daños importantes en el cráneo, a una de las chicas le faltaban costillas, la lengua y tenía fracturado el cuello, además de encontrarse altos índices de radioactividad en su ropa. Al tercero le encontraron fracturas en el pecho y le faltaban algunos dientes.

En líneas general todos presentaban lesiones mortales, aunque con un pequeño matiz, se trataba de lesiones en su mayoría internas, y en cualquier caso no parecía que hubiera existido algún tipo de pelea o lucha física.
Se dijo como posibilidad de la muerte de los excursionistas que habían sido atacados por indígenas del pueblo mansi
Así se llega a uno de los veredictos más insólitos de cuantos se recuerden. La investigación oficial concluye que todos los miembros del grupo murieron a causa de una “poderosa fuerza desconocida”. No sólo eso, el caso se archivó y se mantiene en el más absoluto de los secretos hasta la década de los 90, momento en el que vuelve a estar disponible y… sorpresa, faltan páginas de la investigación.

Esto es prácticamente lo mismo que abrirle las puertas de par en par a los amigos del misterio y la conspiración para que todas las teorías, pseudoteorías y folclore de la historia de la humanidad se unan y conformen la mayor de las leyendas urbanas.

Y así fue. Desde entonces, han existido tantas teorías y versiones de supuestos estudios que se hace complicado separar la realidad de la pura fantasía. Veamos algunas de ellas.

Teorías de la cripta sobre el incidente Diatlov

Desde el Yeti o monstruo de las nieves, hasta la aparición de extrañas esferas anaranjadas en el cielo la misma noche de las muertes, aliens, infrasonidos, fuerzas malignas… estas y otras aventuras fascinantes ofrecidas por supuestos excursionistas que se encontraban en la misma zona el mismo día de las muertes han conformado una auténtica Biblia del más allá en cuanto a lo ocurrido esas fechas.

Una de las primeras teorías surgió en cuanto comenzó la investigación. Se dijo como posibilidad de la muerte de los excursionistas que fueron atacados por indígenas del pueblo mansi. Esta teoría podría valer de no ser por la investigación oficial y a través de las palabras del doctor que realizó el examen: los tres jóvenes con lesiones mortales no presentaban heridas tan contundentes. Además, no habían huellas ni rastros de más personas ni señales de lucha cuerpo a cuerpo.
La muerte de los excursionistas fue por hipotermia, lo que a su vez podía inducir a un comportamiento conocido como paradoxical undressing.
Otra teoría surgió a través del escritor y periodista Yuri Sverdlovsk, quién en 1967 publicó la novela Of the Highest Degree of Complexity, inspirada en el incidente. Sverdlovsk había formado parte de los grupos de búsqueda y fue fotógrafo oficial en la etapa inicial de la investigación, así que tuvo conocimiento de lo que allí ocurrió.

La novela fue escrita y publicada mientras los detalles del accidente se habían mantenido en secreto, razón por la que el escritor no revelaba nada que no fuera la versión oficial de la investigación. De hecho, su libro es bastante optimista y solo muere uno de los excursionistas.

Se dijo durante mucho tiempo que Sverdlovsk tenía una versión alternativa de la novela que jamás lanzó por la censura oficial. El hombre moría en 1980 y al parecer se han perdido todos los archivos y documentos que tenía.

En al año 2000 se llevó a cabo un documental sobre los acontecimientos: The Mystery of Dyatlov Pass. Más tarde, y con la ayuda del equipo de producción, la escritora Anna Matveyeva publicó una novela a caballo en la ficción y el documental bajo el mismo título. Se trataba de un libro plagado de citas sobre las tesis oficiales, diarios encontrados y entrevistas con los investigadores donde la misma Matveyeva se pregunta qué ocurrió e intenta resolverlo. Probablemente es una de las mayores fuentes de material documental sobre el caso.

¿Existe una explicación?

Desde el punto de vista científico, lo cierto es que aún hoy no hay una explicación certera que haya resuelto todas las claves. En el año 2012 Internacional Science Times postulaba que la muerte de los excursionistas fue por hipotermia, lo que a su vez podía inducir a un comportamiento conocido como paradoxical undressing, donde los sujetos se pueden llegar a quitar la ropa en respuesta a las sensaciones percibidas de un calor que aparentemente quema.


Esta teoría vendría a complementar una de las más aceptadas: esa noche los jóvenes advirtieron algún peligro, quizá una avalancha (o eso pensaron), y salieron rápidamente de la caseta. Que otros tuvieran parte de las ropas de sus compañeros podría deberse a que habrían muerto más tarde y aprovecharon las telas para resguardarse del mal tiempo.

Faltaría saber la razón de esa pérdida de extremidades en algunos excursionistas, quizá podría deberse a la aparición posterior de animales y, sobre todo, la causa por la que los documentos se mantuvieran en secreto tanto tiempo con la posterior falta de datos, un hecho que incrementa las teorías de que el gobierno quiso tapar algún error o participación que se desconoce. Finalmente, esa radiación a la que se hacía alusión en las ropas tampoco tiene explicación.
Yudin siempre pensó que tras las muertes estaban los militares soviéticos, responsables de alguna manera de lo ocurrido
Lo que sí es cierto es que el paso de montaña donde el grupo estableció su último campamento paso a nombrarse Dyatlov. También existe una Fundación y un museo con el mismo nombre que acoge la misma Universidad Estatal Técnica de los Urales donde un grupo de familiares de las víctimas no cesado en su empeño para que el gobierno reabra el caso.

Y finalmente falta la única persona del grupo que se salvó del trágico incidente, Yuri Yudin. Él fue el joven que tuvo que dar marcha atrás al viaje debido a una enfermedad. El joven siempre pensó que tras las muertes estaban los militares soviéticos, responsables de alguna manera de lo ocurrido.

En el año 2012, y durante una entrevista, dijo recordar cómo le habían pedido identificar todo lo encontrado en la escena. Yudin contó que encontró una ropa de apariencia militar que no pertenecía al grupo, lo que le hizo sospechar de que es posible que antes de los grupos de rescate otros estuvieran allí. También dijo recordar que las autoridades parecían estar más interesadas en la razón por la que estaban allí que la propia causa de las muertes.

Más datos que no hacen más que componer un rompecabezas cada vez más difícil. Como el mismo Yudin finalizaba en la entrevista, ni él mismo sabe lo que ocurrió:
Si tuviera la oportunidad de pedirle a Dios una sola pregunta, esta sería, ¿qué le pasó realmente a mis amigos aquella noche?
Un año después moría el último de los 10 excursionistas. Yuri Yudin fallecía el 27 de abril del 2013 a los 75 años de edad.

Rusia reabre el caso

Seis años después de la muerte de Yudin, en febrero de 2019, la policía rusa finalmente ha reabierto el caso. El anuncio ha llegado a través de la oficina del fiscal general ruso, quién ha prometido acabar con todas las teorías sobre la muerte de los excursionistas. Según comunicó Alexander Kurennoi, un portavoz del fiscal ruso:
Todas las muertes están relacionadas de alguna manera con fenómenos naturales. Los familiares, los medios de comunicación y el público todavía le piden a los fiscales que determinen la verdad y no oculten sus sospechas de que algo se les estaba oculto.
Kurennoi ha explicado también que un grupo de investigadores expertos ha comenzado la nueva investigación. Aunque han pasado 60 años desde que se encontraron los cuerpos en aquellas posiciones tan extrañas con heridas incomprensibles, las autoridades rusas están seguras de que esta vez no quedará ninguna pregunta sin responder.

viernes, 1 de noviembre de 2019

El Crímen de Hinterkaifeck

Interkaifeck , una pequeña granja situada entre las ciudades bávaras de Ingolstadt y Schrobenhausen (a unos 70 km al norte de Munich), fue el escenario de uno de los crímenes más extraños y desconcertantes de la historia de Alemania. Durante la noche del 31 de marzo de 1922, los seis habitantes de la granja fueron asesinados con un azadón. El asesinato sigue sin resolverse hasta hoy.

Las seis víctimas fueron el agricultor Andreas Gruber (63) y su esposa Cäzilia (72); su hija viuda Viktoria Gabriel (35) y sus dos hijos, Cäzilia (7) y Josef (2); y la criada María Baumgartner (44). Se rumoreaba que Josef, el hijo de Viktoria era también hijo de su padre Andreas, con quien habría tenido una relación incestuosa.

Unos días antes del crimen, el agricultor Andreas Gruber dijo a los vecinos que había descubierto huellas en la nieve que iban desde el borde del bosque hasta la finca, pero ninguna de vuelta. Además, habían perdido un juego de llaves de la casa días antes de los asesinatos, pero no se informó a la policía.

Seis meses antes, la criada anterior había dejado la finca, alegando que estaba embrujada; la nueva criada, María Baumgartner, llegó a la finca el 31 de marzo, sólo unas horas antes de su muerte.

Exactamente lo que ocurrió el viernes por la noche no se puede saber con certeza. Se cree que la pareja de ancianos, así como su hija Viktoria y su hija Cäzilia, fueron de alguna manera atraídos al granero de uno en uno, donde fueron asesinados. A continuación el asesino entró en la casa donde mató al hijo de dos años de edad de Viktoria, Josef, que dormía en su cuna en la habitación de su madre, así como a la criada, María Baumgartner, en su dormitorio.


Al principio se pensó en un robo pero quedó descartado ya que en la casa se encontraron joyas valiosas y dinero, así que la idea quedo descartada.

Se interrogaron a casi cien personas pero no había pruebas en contra de ninguno de ellos. La investigación se centró entonces en el antiguo pretendiente de Viktoria, el joven Lorenz Schlittenbauer quien reconoció odiar al padre de Viktoria ya que estaba convencido de que este era en realidad el padre de Josef, pero que con su muerte, no ganaba nada, por lo que lo dejaron en libertad

Las cabezas de las victimas fueron enviadas a Múnich, para un estudio exhaustivo, pero a pesar de todo no se obtuvo ninguna información nueva. Dichas cabezas se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial, los cuerpos por otro lado fueron enterrados en el cementerio de Waidhofen.

En 1923 la granja fue derribada, pero hasta la fecha el caso sigue sin resolver.



Muerte a bordo del Ourang Medan

En junio de 1947 un barco que navegaba por el estrecho de Malaca comenzó a enviar señales de socorro a los barcos que se encontraban por la zona. El mensaje decía: "Todos los oficiales, incluyendo el capitán, han muerto, están tumbados en la cubierta y el puente. Posiblemente toda la tripulación está muerta." Tras una pausa el tripulante que transmitía el mensaje dijo: , "Me muero".

Un buque estadounidense, el Silver Star, escuchó el mensaje y fue a investigar. Una vez a bordo descubrieron que todos los tripulantes del Ourang estaban muertos, todos con una expresión congelada de miedo extremo en sus rostros. Sus brazos estaban extendidos, como si trataran de apartar algo que se acercaba. Cuando el Silver Star remolcaba al Ourang a puerto, las cubiertas inferiores del barco fantasma empezaron a arder y el Silver Star tuvo el tiempo justo de soltar amarras antes de verse afectado por el fuego. Hoy en día nadie sabe que pudo pasar a bordo del SS Ourang Meden, o si lo saben, no quieren que los demás nos enteremos.




El Caso de los Hermanos Sodder

En 1945, en Estados Unidos, cinco hermanos no volvieron a ser vistos después de un incendio que afectó a la casa donde vivían. El inmigran...